En las antiguas culturas humanas, durante el tránsito de nuestro actual octubre a noviembre, con la noche de Todos los Santos, daban comienzo los seis meses de la oscuridad en la Tierra y la naturaleza.

Tras la cosecha de la época de Micael y con las nuevas semillas ya plantadas y durmiendo bajo la tierra, se concluía la labor agrícola. Todo fruto no recogido se dejaba en la Tierra, a donde pertenecía.

La noche del 31 de octubre se iniciaba el viaje del sol hacia el reino de la noche y ese viaje duraría hasta la Candelaria. Ese fin de año de la Tierra era necesario para que el ciclo de la naturaleza se cerrara y empezara uno nuevo. Este viaje nos enseña que el mundo fenoménico se abre paso en la oscuridad y que ésta es benévola, ya que favorece la aparición y el cuidado de la luz interior hasta el inicio del nuevo ciclo.

Durante esa noche y el día siguiente, se honraba a los seres queridos fallecidos ofreciéndoles alimento y compartiendo con ellos. Las castañas asadas y nuestros actuales panellets son vestigios del pan de ánimas que se regalaba a los difuntos. De esa forma, se daba luz y se cuidaba también el reino oscuro donde se gestaría el renacimiento de la primavera.

Con la llegada de la oscuridad, los animales bajaban de las pasturas en las tierras altas, para pasar la estación fría en los establos, abrigados y alimentados. Y en ese momento se procedía a la matanza, con el doble propósito de proveerse de carne para el invierno y ofrendar la sangre a la Tierra, en un acto de devolución por la cosecha obtenida.

Ese acto de generosidad y de luz en la oscuridad es el que se honra también en la Fiesta de la Luz de las escuelas Waldorf. San Martín de Tours es un símbolo de dadivosidad y el farol representa la luz interior que llevamos dentro y que mantenemos encendida pese a la oscuridad exterior. Es tiempo de recogimiento en el hogar, de introspección, de cuidar y cultivar nuestra luz interior y nuestro calor.

Es el momento de hacer crecer nuestra luz interior hasta que alcance su máximo esplendor con el solsticio de invierno, cuando las horas de luz solar en la tierra comienzan a aumentar y nosotros podemos devolver al mundo nuestra luz en forma de altruismo y solidaridad con la llegada de la Navidad.

La luz del farol interior nos llevará hasta la luminosidad de la espiral de Adviento y ella nos conducirá al resplandor íntimo del solsticio y la Navidad, donde nuestro sol de dentro refulgirá… mientras afuera la naturaleza vivirá su sueño, descansando, con las semillas creando fuerzas en su reposo, los árboles perdiendo hojas y concentrando sus potencialidades en las raíces, los animales hibernando o reduciendo su actividad y la luz del Sol exterior calentándonos menos horas pero inspirando a nuestro sol interno.

ARANTXA (UMA)

Octubre 2020

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