Es una oportunidad maravillosa el tema de esta edición para contar a grandes rasgos lo que en la historia de Krisol ha sido un valor, un valor llamado austeridad.

Desde sus inicios y vida en Can Botey y su posterior desarrollo en Villa Matilde, Krisol ha vivenciado la valía del no derroche, del no consumo innecesario, de saber reparar antes que reemplazar, de reusar antes que desechar, de rehacer y reparar antes que estrenar. Y en realidad ¡ha sido un lujo! Sólo como anécdota más allá del consumo y más acá de lo próximo, cercano y afectuoso que representa el recibir de otro; ¿os imagináis un lugar, ahora llamado escuela, donde nunca se han comprado vasos?

Es maravilloso este simple ejemplo; pues, a lo largo de estos 16 años, una gran cantidad de las familias que hemos formado parte de Krisol, hemos aportado los vasitos de cristal de postres y yogures para darles un nuevo uso en Krisol, pues nos sirven para beber agua cada día, otros los destinamos a la pintura de acuarela y otros iluminan nuestro camino haciendo de farolillos.

Sirva esta imagen de impronta en nuestra identidad pues al lado de esto van de la mano las múltiples herencias que recibimos como nuevas; otras las revivimos y restauramos para el uso de los niños y niñas; alfombras, mantas, telas, cojines, muebles, casita de madera, casitas de muñecas, cocinitas, caballitos, sillas, pizarras, cortinas, cazuelas, máquinas de coser, libros de biblioteca y ¡hasta el piano!, por no hablar del material fungible de mantenimiento y manualidades que va apareciendo como si tuviésemos enanitos silenciosos que nos van dando regalos sin anunciarlo.

Vale la pena anotar que este valor gestado y nacido en los primeros años de la iniciativa no sólo acompaña a Krisol y se conserva, sino que también acompaña este tipo de pedagogía, ya que este ejemplo de respeto y cuidado hacia todo lo que nos rodea, donde también las cosas cuentan, es vivido por los niños y niñas de Krisol. Viven cómo sus familias y maestras, restauran reparan y reviven aquellas cosas… Este valor aparentemente va ligado a una riqueza material que valoramos, pero detrás de él está el hecho de recibir del otro para darle una nueva vida que revierte para este otro y se llega a manifestar de otras múltiples maneras.

Es evidente que este tipo de impulsos trascienden a la comunidad que rodea la escuela, ya que también entre nosotros nos heredamos y prestamos ropa y objetos como una gran familia. Y entonces, gestos como estos se arraigan y son de agradecer en esta época que llama a una conciencia más amplia de la que ya hemos construido, como organismo y como individuos dentro de él.

GABRIELA, Maestra infantil

Abril 2020

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